No sé cuánto lloré la primera vez que vi esta
película.
Yo era adolescente y debía tener la misma edad que la protagonista,
los mismos problemas, las mismas inseguridades. Desde entonces le tengo una
admiración especial a la actriz América Ferrera, ya que a la vez que entendía
los miedos del personaje respecto a su aspecto, veía su belleza natural y un encanto que
pocas chicas tienen y va más allá de los rasgos que tenga tu cara o los quilos
que tenga tu cuerpo. Más tarde descubrí que hay miles de personas a las que les
pasa esto y que los complejos que yo pueda tener pueden ser los anhelos de otra
persona, ya que cada uno tenemos nuestros pequeñas inseguridades, tan dispares,
tan irracionales, tan absurdas a veces y, sin embargo, tan poderosas.
Desde las primeras veces que los complejos
empezaron a instalarse en mi cabeza, no recuerdo un día en que no haya tenido
presente en algún momento u otro lo que peso, lo potencialmente mal que me
puede quedar la ropa o el pánico a que alguien se meta conmigo por mi peso, ya
sea de adrede o sin malas intenciones.
¿Sabéis aquello de “mal de muchos, consuelo
de tontos”? Pues llamadme tonta pero la película me consoló. Después de ser a
menudo la más gorda de la clase, del grupo de amigos, de la familia y de los
gimnasios – abuelas inclusive – a los que me habían arrastrado por obligación; ver una historia parecida a la mía desde fuera me ayudó a no sentirme tan sola
con mis problemas y a ver que no se acaba el mundo por tener unos quilos de
más.
Dicho esto, la recomendación del día es la
película “Las mujeres de verdad tienen curvas”, de Patricia Cardoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario